Hoy nuestros profes han hablado mucho de los sentimientos y las emociones: ha habido risas y algunos llantos, pero al final han salido todos muy contentos de clase...y entonces han ido a yoga...¡madre mía! La instructora parecía de goma y no había quién hiciera esas posturas increíbles. Lo han intentado, desde luego: a pesar de las agujetas, de los tirones, y de los años, nuestros intrépidos profes se han quitado los zapatos y se han puesto manos a la obra: que si el perro boca abajo, que si el gato, que si la paloma, que si el niño feliz...muy felices no parecían mientras se contorsionaban al ritmo de la música, pero verdaderamente les ha servido para olvidar el ritmo frenético de estos días.
Por la tarde han decidido dar un paseito y seguir viendo cosas: primero han tomado un barco hasta la Torre de Londres, se han comido un bocata y han comenzado la visita. La Torre de Londres es un monumento impresionante, sobre todo cuando entras y lo ves de cerca. Han visto las joyas de la corona, con algunos de los diamantes más grandes y famosos del mundo como el Ko-I-Noor, de cuya maldición sólo parecen escaparse las mujeres. EN la Torre de Londres viven los Beefeaters, que cuidan de ella y hacen unos tours chulísimos y muy divertidos.
Después de salir de la torre han caminado...y caminado....y caminado....y caminado...en realidad buscaban un helado en particular, con gofre de burbujas por fuera... no han encontrado el helado pero sí la torre del Big Ben, la campana más famosa de la ciudad inglesa, aunque de momento se han conformado con verla tapada, ya que lleva una temporada en restauración...de ahí a la abadía de Westminster y de vuelta a casa a cenar y a la camita, que mañana queda más trabajo por hacer.
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